Os voy a contar mi vida en un pueblo de la Mancha, pero que nunca se olvida. A pesar de ser pequeño, de él tengo muy buenos recuerdos.
Tal como un ocho de abril del año cuarenta y cinco, sobre las dos de la tarde, a mi puerta alguien llamaba. Cuando salieron a abrir, por mis padres preguntaban. Mi madre al oir hablar, al portal ella salió y una viejita muy linda un paquete le entregó. Mi madre abrió el paquete y cual fue su sorpresa: liada en una toca había una linda morenita con unos ojos brillantes y sonrisa en sus mejillas. Así empezó mi niñez.
Poco a poco iba creciendo, tenía muchos primos y con ellos yo jugaba. Vivíamos en la misma calle donde vivían mis abuelos, y todos los días ibamos a visitarlos, pues ellos ya eran mayores y apenas podían salir.Así todos los primos juntos al mismo tiempo crecimos y juntos íbamos al colegio. Jugábamos a la comba, al tocalé y al pañuelo. Esto lo hacíamos las niñas. Los niños jugaban a la trompilla, al aro, al mocho y a otros divertidos juegos. Todos éramos felices en este pequeño pueblo.
Los niños nos hicimos mayores y muchos se separaron. Tuvieron que irse del pueblo para encontrar un trabajo. Algunos quedamos en este pequeñito pueblo. También algunos casamos y a nuestros hijos tuvimos. Allí fueron al colegio y también fueron felices. Tuvieron muchos amigos, pero al hacerse mayores, a estudiar fuera marcharon.Terminaron sus carreras y hoy se encuentran colocados. Auque no estén en el pueblo, yo contenta hoy estoy de ver que con mucho sacrificio sus carreras han terminado y veo que vale la pena, de los frutos que nos han dado.
La mayor quedó en el pueblo y también ella se ha casado y tiene dos lindas niñas que son la alegría de tres casas. Ellas quieren a sus abuelos y los abuelos las adoran.
Las niñas son princesitas y han hecho la Primera Comunión, y a ese día tan bonito, cuando yo fui a su casa y a las niñas yo las vi, las dos parecían princesas y ellas me preguntaron: “Abuela, ¿estamos guapas?” y allá que te va, la abuela soltó el lagrimón. Las niñas muy tristes le preguntarón: “Abuela, ¿tan feas estamos que te has puesto a llorar?”. Entonces la abuela les ha dado un abrazo y les ha dicho: “No cariño. Estáis preciosas, es que al veros me ha recordado cuando yo tambien la hice que iba como vosotras y tan contenta yo estaba”. Y ahora me doy cuenta qué mayor me estoy haciendo, pues conforme el tiempo pasa, muchos recuerdos quedarán en las calles de este pequeñito pueblo y a mí ya sólo me queda todo lo que en este pueblo viví, y tantas alegrías en él he recibido.
Aquí nacieron mis abuelos, aquí nacieron mis padres, aquí también yo nací, mis hijos y también mis nietos. Todos fuimos felices en este pequeño pueblo y aquí quedaré algún día para siempre, como un recuerdo en esta tierra que me vió nacer y aquí yo dejaré mi cuerpo.
Tal como un ocho de abril del año cuarenta y cinco, sobre las dos de la tarde, a mi puerta alguien llamaba. Cuando salieron a abrir, por mis padres preguntaban. Mi madre al oir hablar, al portal ella salió y una viejita muy linda un paquete le entregó. Mi madre abrió el paquete y cual fue su sorpresa: liada en una toca había una linda morenita con unos ojos brillantes y sonrisa en sus mejillas. Así empezó mi niñez.
Poco a poco iba creciendo, tenía muchos primos y con ellos yo jugaba. Vivíamos en la misma calle donde vivían mis abuelos, y todos los días ibamos a visitarlos, pues ellos ya eran mayores y apenas podían salir.Así todos los primos juntos al mismo tiempo crecimos y juntos íbamos al colegio. Jugábamos a la comba, al tocalé y al pañuelo. Esto lo hacíamos las niñas. Los niños jugaban a la trompilla, al aro, al mocho y a otros divertidos juegos. Todos éramos felices en este pequeño pueblo.
Los niños nos hicimos mayores y muchos se separaron. Tuvieron que irse del pueblo para encontrar un trabajo. Algunos quedamos en este pequeñito pueblo. También algunos casamos y a nuestros hijos tuvimos. Allí fueron al colegio y también fueron felices. Tuvieron muchos amigos, pero al hacerse mayores, a estudiar fuera marcharon.Terminaron sus carreras y hoy se encuentran colocados. Auque no estén en el pueblo, yo contenta hoy estoy de ver que con mucho sacrificio sus carreras han terminado y veo que vale la pena, de los frutos que nos han dado.
La mayor quedó en el pueblo y también ella se ha casado y tiene dos lindas niñas que son la alegría de tres casas. Ellas quieren a sus abuelos y los abuelos las adoran.
Las niñas son princesitas y han hecho la Primera Comunión, y a ese día tan bonito, cuando yo fui a su casa y a las niñas yo las vi, las dos parecían princesas y ellas me preguntaron: “Abuela, ¿estamos guapas?” y allá que te va, la abuela soltó el lagrimón. Las niñas muy tristes le preguntarón: “Abuela, ¿tan feas estamos que te has puesto a llorar?”. Entonces la abuela les ha dado un abrazo y les ha dicho: “No cariño. Estáis preciosas, es que al veros me ha recordado cuando yo tambien la hice que iba como vosotras y tan contenta yo estaba”. Y ahora me doy cuenta qué mayor me estoy haciendo, pues conforme el tiempo pasa, muchos recuerdos quedarán en las calles de este pequeñito pueblo y a mí ya sólo me queda todo lo que en este pueblo viví, y tantas alegrías en él he recibido.
Aquí nacieron mis abuelos, aquí nacieron mis padres, aquí también yo nací, mis hijos y también mis nietos. Todos fuimos felices en este pequeño pueblo y aquí quedaré algún día para siempre, como un recuerdo en esta tierra que me vió nacer y aquí yo dejaré mi cuerpo.
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