28 de febrero de 2010

Hoy duermo en silencio

Hoy duermo en silencio
Hoy duermo en silencio, hoy lloro en soledad, marcas que sellaron mi vida y hoy aún me embargan en la tristeza. Realmente, ¿cuándo hemos sido muñecos rotos de la vida?

Cuando yo era pequeña tenía mucha soledad, pues estaba sola, no tenía hermanos con quién jugar. Mi madre no quería que saliese a la calle para jugar con los niños de mi barrio, y día a día lloraba en soledad. Cuando todos jugaban, yo en mi cuarto estaba en silencio pensando por qué no podía jugar como cualquier niño.

Marcas que sellaron mi vida porque fui creciendo y todo fue siendo igual, la única diferencia era que iba al colegio y allí, en tiempo de recreo, podía jugar con mis compañeros de clase, pero a la vuelta del colegio mi vida seguía igual, mis amigas iban a llamarme para que saliese con ellas pero mi madre les decía que tenía que hacer la tarea y no podía salir. Así que yo sin replicar a mi cuarto me pasaba, allí llorando en silencio mis trabajos bien hacía.

Así continué creciendo pero la alegría en mi caso no llegaba. Quería divertirme y mi madre no me dejaba. Entonces pensaba:
- “Parezco un muñeco roto que a nadie le importa nada”.

Veía a las otras niñas que en la calle ellas jugaban y me decía:
- “Los muñecos de esas niñas que en sus carritos pasean son más felices que yo, aunque de verdad no sean, los llevan en sus carritos, los pasean por las calles y jardines, las niñas felices son, están alegres no tristes, no lloran en soledad, la tristeza no conocen, sueñan con sus compañeras que de viaje. Se van llevando a sus hijitos para poder disfrutar, y yo me pregunto, ¿por qué no puedo hacer lo que ellas si una niña mala no soy?”

Entonces me puse a pensar, muchas marcas sellaron mi vida pues eso se puede arreglar. Todas mis compañeras tienen hermanos y felices son, entonces pregunté a mi madre que por qué sola yo era y me respondió que hermanos no venían, el por qué ella no sabía.

Cuando llegó a los cuarenta, un día me llamó y me dijo. Ya puedes ponerte alegre, vas a tener un hermano, pues ya podrás ir al parque y así con tus amigas te juntarás para tu hermano poder pasear, pues ya tienes diecisiete años y bien lo podrás criar, así que por unas cosas y por otras siempre he sido un muñeco que han hecho conmigo lo que han querido.

Cuando ya fui mayor, me dije a mí misma:
- “Si llegase a casarme, que eso lo veo muy lejano, jamás tendré un hijo solo. No quiero que pase lo que yo he pasado”.

Por fin mi sueño se cumplió. Me casé y tengo tres hijos estupendos, que se han criado muy bien, y se llevan de maravilla. Pues ahora al ver a mis hijos me doy cuenta el por qué mi madre a mí tanto me protegía, pues me tenía a mí sola y si me pasaba algo ella cargaría con las culpas.

Así que a Dios le doy gracias por los padres que me dio y por esos tres hijos tan buenos que aún siendo mayores y estando ya colocados, aunque algunos estén un poco lejos, los llevo en mi corazón.

Por eso todos los días al levantarme elevo los ojos al cielo a darle gracias al Señor, para que los proteja siempre de las malas compañías, que los tres se quieran siempre auque muy lejos estén. Siempre habrá un poco tiempo para recordar la niñez de esos tres buenos hermanos y que sigan los consejos que los padres les han dado y de ellos recogeremos los frutos que hemos sembrado.

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