24 de enero de 2010

Por qué morir y por qué vivir

Por qué morir y por qué vivir
Hoy soy feliz tengo sueños de vida, la vida es mi eterna sonrisa, hoy duermo en una nube de colores y en un segundo todo se me fue y desde entonces ya no hay puestas de sol, de vida y yo me pregunto, ¿por qué morir?

Por qué morir
Morir porque en un segundo todas las ilusiones que yo tenía en la vida en cuestión de minutos se fueron al fondo del mar, pues yo era marinero y de tener una chica en cada puerto de tener mis ilusiones como cualquier chico joven, tener novia formal, casarme, tener hijos y disfrutar de la vida que tiene cosas muy lindas. Todas estas ilusiones quedaron rotas. Pues a partir de ese tiempo quedé en un muerto viviente.

A partir del accidente y ver cómo mi cuerpo quedó. Se fueron mis ilusiones, mis alegrías, todos mis sueños. Y un día y otro me preguntaba:
- “¿Quién era pues ni yo me conocía?”

A muchos pedí ayuda, pero nadie me la daba. Pedí a jueces, pedí a médicos y a familia para morir dignamente, pero ellos preferían tenerme así hasta que Dios me llamase. Me negaron la eutanasia, pues Dios que te dio la vida, ten paciencia y esperanza, que ya llegará tu día que él allí te necesite, te llevará con él y allí disfrutarás la vida que aquí no pudiste tener.


Por qué vivir
Porque la vida es muy bella, tiene muchas cosas buenas que tú puedes disfrutar. Y a pesar de algunas tristes, tienes que ser optimista y positivo y así verás mejor la vida.
Aunque a pesar de todo cada uno la ve a su manera.

La alegría de los pájaros y de una verde pradera, la corriente de un río, las tierras de una ladera y las flores de un jardín. Por todo esto y mucho más, merece la pena vivir y ser feliz cada uno a su manera. También vivir por los hijos que con ilusión ves nacer, crecer y ser padres. Ver que siguen tus ejemplos que siempre con cariño has querido enseñarles, porque siempre ellos contigo han sido los más amables. Te han sabido respetar.

Por todas estas cosas y muchas más creo que vale la pena vivir.

Sueños

Sueños
A partir del momento de hoy, ¿qué me queda por conseguir en mi vida?

Bueno pues algo quedará en algún rincón de mi pequeño corazón. Pues hoy por hoy los sueños que siempre tuve se están haciendo realidad.

Cuando era joven tenía infinidad de sueños e ilusiones como cualquier chica joven. Conforme va pasando el tiempo las ilusiones son distintas, luego todo cambia, según la vida te venga. Pues por suerte o desgracia la mía no fue muy alegre que digamos. Pero a pesar de todo siempre contenta estaba, y lo sigo estando. Soy feliz a mi manera. Aunque algunas veces me pongo a pensar y me pregunto:
- “Cómo ha pasado el tiempo y qué poco bueno he pasado”.

Pero luego yo sola me contesto y digo:
- “Tampoco me puedo quejar, pues hay muchas personas que se encuentran mucho peor que yo. Yo tengo una casa, cosa que otras personas viven en la calle, en invierno pasan frío y en verano infinidad de penurias. Yo tengo para comer, ellos no tienen nada. Tengo ropa y voy calzada. He podido ir a una escuela, pues aunque no pude estudiar porque dinero no había, mejor o peor sé leer y escribir aunque muchas faltas tenga”.

Entonces pienso que no es mi vida tan mala. Así que cada día cuando me levanto lo primero que hago es darle gracias a Dios por haberme dado otro día para poder disfrutar de todo lo que yo soñaba.

Cuando he sido ya mayor me doy cuenta que lo que de joven no hiciste ahora puedes disfrutarlo, pues los hijos son mayores y todos están colocados. Trabajan en lo que les gusta, y cada uno vive en su casa. Así que ahora no tienes a nadie a quien cuidar y todo lo que antes soñaba ahora puedo disfrutar.

Soñaba en hacer muchos viajes, también tener infinidad de amigos para poder disfrutar todo lo que de niña no he podido. Todo esto el Señor me ha concedido y tengo que aprovecharlo.

Ahora soy feliz por hacer lo que tanto he soñado, voy viajes, también con mis amigos al campo, hago excursiones, voy a merendar con ellos… me lo paso super bien con los amigos que tengo, todos ellos son cariñosos, buenos, amables, simpáticos, también vamos al baile y nos lo pasamos en grande y así pasamos los días todos juntos en una buena armonía.

El jueves nos fuimos de campo a pasar el día a la Virgen. Allí comimos y bebimos y lo pasamos muy bien.

Aunque soy ya mayor aun tengo muchas ilusiones que, si Dios quiere, conseguiré.
Aunque muchas cosas hagas siempre queda alguna ilusión que todavía no has conseguido, y tú piensas:
- “Si hoy no pudiste conseguirlo, mañana prueba otra vez.
Pues el señor es muy justo y siempre te pone a prueba y luego siempre te da una buena recompensa”.

Silencio... dejemos que hable el corazón

Silencio... dejemos que hable el corazón
Hola, voy a contaros la historia de una niña nacida en 1945 en una familia humilde.

Era hija única. Tenía muchas ilusiones, una de ellas era tener muchas amigas. Como no tenía hermanos, sus padres no la dejaban salir. La tenían muy protegida.

Cuando la niña fue creciendo quería volar, salir como cualquier niña, ir al cine y al teatro, en feria ir a la verbena y en carnaval ir al baile. Tenía infinidad de sueños. La niña se hizo mujer y tuvo muchas amigas, pero una en especial. Eran casi vecinas y juntas iban a coser.

Era una chica estupenda y amiga de sus amigas. Si necesitabas algo allí estaba ella.
Era cariñosa, amable con los demás, un poco tímida pero la amiga era igual. La amiga se puso novia y al poco tiempo casó.

Han pasado muchos años y en un curso de lectura nos hemos vuelto a encontrar.
Hacemos nuestras tareas en una buena armonía y hablamos de muchas cosas que de jóvenes hacíamos. Todo esto que yo cuento, lo cuento de corazón, pues es una buena chica y lo digo de verdad, con todo el cariño del mundo.

Aún no he dicho su nombre, pues en breve lo sabréis. Es buena, cariñosa, amable, caritativa y estupenda. Esta amiga se llama María Jesús.

También tengo un buen amigo que juntos el curso hacemos. Además vamos al baile y al campo a merendar, vamos con varias parejas y no lo pasamos mal. Unos dicen varios chistes y así pasamos el día en la huerta de esa niña que se hizo ya mujer.

Este amigo se llama Ángel y tiene buen corazón. También es muy cariñoso y amable con todo el mundo, es generoso aunque diga lo contrario. Tiene una esposa estupenda y dos princesas preciosas.

De los amigos que tengo estos dos son especiales, esto no lo digo yo, lo dice mi corazón. De esa niña que hablo creo que la conocéis, pero por si acaso tenéis duda Manola ella se llama y hace el curso con vosotros, con alegría, ilusión y muchas ganas.

Avaricia

Avaricia
Sacos rotos, ilusiones llenas. Hoy abarco lo imperfecto de mi mundo, prohibiciones de la vida. Soy un avaro satisfecho. Yo soy el rey de mi mundo, quien reina en mi interior, esclavos en vida, difuntos en muerte. ¿Realmente somos reyes de la vida?.

Érase una vez un rico avaro. Lo quería todo para él, tenía muchos criados y pagarles no quería pero ellos tenían que comer. El rico siempre decía que para él todo estaba perfecto, la vida le sonreía. Pero los pobres criados ni dinero ni comida recibían.
- “Trabajamos de sol a sol, pues nos tienes que pagar, para poder seguir viviendo y a nuestros hijos criar”.

El avaro se enfurecía:
- “Yo soy el rey de mi mundo y me debéis de obedecer, pues esclavos en la vida sois y difuntos en la muerte seréis. Así que tomad estas monedas y en saco roto no echéis. Tenéis para mucho tiempo y muchas cosas podéis comprar hasta que lleguen nuevas cosechas.

Los pobres sus ilusiones perdieron. Mientras que el avaro los sacos le iban subiendo.
Los obreros no dejaban de pensar y unos a otros se preguntaban:
- “¿Quién reinará en su interior que tanta avaricia tiene? ¿No sabe que cuando muera será un muerto finalmente? No le valdrá para nada lo que a nosotros nos niega, después de haberlo trabajado será un avaro de primera.

Abarca lo imposible y todo le sale bien, pues con el trabajo de otros, buenas cosechas sacaba al finalizar la temporada y tenerlo todo recogido, aceituna, vino y trigo. También tenían una huerta y muchos árboles frutales. El avaro pensaba y pensaba y para él se decía:
- “Qué buenas cosechas tengo, las arcas me están subiendo a costa de los demás. Yo soy el rey del mundo, poseo todo lo que quiero soy un avaro feliz. Todo será para mí y nada me faltará”.

Tan contento y feliz que era, la avaricia rompe el saco y eso a él le pasó.

Una noche cuando dormía y en su casa solo estaba, hubo una gran tormenta y un rayo los graneros le incendiaban. Cuando se despertó, vio que su avaricia se quemaba. Llamaba a los criados pero nadie le contestaba. Entonces se dio cuenta que solo allí se encontraba. Las lágrimas se le terminaron y contra la puerta se pegaba y entre llantos él decía:
- “¿De qué me ha valido estar tanto tiempo recogiendo dinero a son y sin trón, a mis obreros mal pagando, para ser el rey del mundo y ahora que los necesito, los llamo y no me contestan? Pues soy un muerto en vida, la avaricia es muy mala.

Todos debemos compartir lo bueno y lo malo de la vida. Así seriamos más felices.

Entonces el avaro se dio cuenta que sería mejor repartir su dinero, y así tendría amigos y todos vivirían felices. El avaro se arrepintió, a los criados reunió, todos juntos conversaron, todos a un acuerdo llegaron. El avaro su dinero repartió. Todos fueron muy felices. Pues, ¿de qué vale tanta riqueza si lo principal no lo tienes?

Aunque estés en un palacio al final solo te encuentras. La gente te da la espalda y tu familia no tienes. ¿Para qué tanta avaricia, si al final un muerto en la vida eres?

Qué cuatro cosas te llevarías a una montaña

Qué cuatro cosas te  llevarías a una montaña
Dios ocupa todos los lugares. Dios nos da cuatro segundos para elegir cuatro cosas que nos llevaríamos a la cima de la montaña para estar a su lado.

Me llevaría un gran cuaderno para poder escribir tantas cosas que pienso y no las puedo decir. Porque no soy decidida y no me atrevo a contar donde hay muchas personas. Por eso yo las escribo poco a poco a mi manera. Cosas que veo en mis sueños que quisiera alcanzar. Ves cosas tan bonitas que no quieres despertar.

También me llevaría una caja donde guardo mis recuerdos. También guardo algunas fotos de todos mis familiares, padres, hermanos, tíos, abuelos y nietos. Cuando estuviese triste, miraría las fotos recordando poco a poco todas nuestras alegrías.

Me llevaría mi diario que tantos años llevamos juntos. Pues desde muy pequeñita muchas cosas le he contado, mis penas, mis alegrías, mis temores y mis llantos. Pues más de cuatro veces con él me he desahogado, de todos los palos que la vida te va dando. Aunque te da alegrías, también te da muchos llantos.

Por último me llevaría a toda mi familia para poder disfrutar de una compañía tan divina. Aunque la montaña sea pequeña y la familia sea grande hay tierra suficiente para poder disfrutar de esas vistas tan bonitas.

Te pones a pensar, con Dios quieres hablar para poder darle gracias de lo que tanto te ha dado. Pues aunque tú no lo ves, siempre está a nuestro lado. Siempre que lo necesites allí estará con cariño en aquella pequeña montaña que nosotros escogimos.

Lo imperfecto del matrimonio

Lo imperfecto del matrimonio
En el matrimonio hay muchas cosas que no son perfectas, pues si fuese todo perfecto, sería una gloria vivir la vida. Sin contrariedades nunca discutiríamos y estaríamos siempre en una nube de algodón, alegres y felices. Pero por desgracia no ocurre. Hay muchas alegrías pero también muchas amarguras.

Por muy perfecta que creas que es una persona, siempre encuentras algo que para ti no es perfecto, y mucho más conviviendo bajo un mismo techo.

Lo perfecto sería que un día, cuando llegase del trabajo, estuvieses esperándole para salir un rato, porque llevas todo el día metida en esa casa que los dos habéis formado.
Lo bonito es que le dijeses:
- “Cariño te estaba esperando para salir los dos juntos, para disfrutar un rato sentados en una terraza, mientras estamos tomando una cerveza fresquita y a los niños ver jugando;
Ver pasar a los mayores enganchados de sus brazos disfrutando de la vida auque sea un pequeño rato”.

Pero por desgracia no es así, porque él te contestaría lo contrario:
- “Perdóname mi cariño, del trabajo vengo cansado, y quiero echarme a la siesta aunque sólo sea un rato”.

Tú te sientes ofendida, no quieres volver a hablarle. Te marchas con tus amigas para disfrutar un rato. Cuando llegas a casa, él ya ha reflexionado:
- “Perdóname mi cariño, sé que no soy perfecto y debes perdonarme. Tú tampoco eres perfecta y yo todo te lo aguanto.

Piensas y reflexionas, pues la cosa no es para tanto. Para eso nos hemos casado, para aguantar todos los golpes que la vida nos va dando. Pues nadie somos perfectos aunque muchos lo creamos. Todos somos un poco egoístas en pequeños o grandes grados. Tenemos que darnos cuenta que debemos aguantarnos, para seguir siempre unidos como dos buenos cristianos. Al casarnos prometimos estar juntos para siempre, aunque los dos perfectos no seamos y así seguir hasta el final y hasta que Dios quiera llamarnos.