24 de enero de 2010

Avaricia

Avaricia
Sacos rotos, ilusiones llenas. Hoy abarco lo imperfecto de mi mundo, prohibiciones de la vida. Soy un avaro satisfecho. Yo soy el rey de mi mundo, quien reina en mi interior, esclavos en vida, difuntos en muerte. ¿Realmente somos reyes de la vida?.

Érase una vez un rico avaro. Lo quería todo para él, tenía muchos criados y pagarles no quería pero ellos tenían que comer. El rico siempre decía que para él todo estaba perfecto, la vida le sonreía. Pero los pobres criados ni dinero ni comida recibían.
- “Trabajamos de sol a sol, pues nos tienes que pagar, para poder seguir viviendo y a nuestros hijos criar”.

El avaro se enfurecía:
- “Yo soy el rey de mi mundo y me debéis de obedecer, pues esclavos en la vida sois y difuntos en la muerte seréis. Así que tomad estas monedas y en saco roto no echéis. Tenéis para mucho tiempo y muchas cosas podéis comprar hasta que lleguen nuevas cosechas.

Los pobres sus ilusiones perdieron. Mientras que el avaro los sacos le iban subiendo.
Los obreros no dejaban de pensar y unos a otros se preguntaban:
- “¿Quién reinará en su interior que tanta avaricia tiene? ¿No sabe que cuando muera será un muerto finalmente? No le valdrá para nada lo que a nosotros nos niega, después de haberlo trabajado será un avaro de primera.

Abarca lo imposible y todo le sale bien, pues con el trabajo de otros, buenas cosechas sacaba al finalizar la temporada y tenerlo todo recogido, aceituna, vino y trigo. También tenían una huerta y muchos árboles frutales. El avaro pensaba y pensaba y para él se decía:
- “Qué buenas cosechas tengo, las arcas me están subiendo a costa de los demás. Yo soy el rey del mundo, poseo todo lo que quiero soy un avaro feliz. Todo será para mí y nada me faltará”.

Tan contento y feliz que era, la avaricia rompe el saco y eso a él le pasó.

Una noche cuando dormía y en su casa solo estaba, hubo una gran tormenta y un rayo los graneros le incendiaban. Cuando se despertó, vio que su avaricia se quemaba. Llamaba a los criados pero nadie le contestaba. Entonces se dio cuenta que solo allí se encontraba. Las lágrimas se le terminaron y contra la puerta se pegaba y entre llantos él decía:
- “¿De qué me ha valido estar tanto tiempo recogiendo dinero a son y sin trón, a mis obreros mal pagando, para ser el rey del mundo y ahora que los necesito, los llamo y no me contestan? Pues soy un muerto en vida, la avaricia es muy mala.

Todos debemos compartir lo bueno y lo malo de la vida. Así seriamos más felices.

Entonces el avaro se dio cuenta que sería mejor repartir su dinero, y así tendría amigos y todos vivirían felices. El avaro se arrepintió, a los criados reunió, todos juntos conversaron, todos a un acuerdo llegaron. El avaro su dinero repartió. Todos fueron muy felices. Pues, ¿de qué vale tanta riqueza si lo principal no lo tienes?

Aunque estés en un palacio al final solo te encuentras. La gente te da la espalda y tu familia no tienes. ¿Para qué tanta avaricia, si al final un muerto en la vida eres?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por su comentario.