18 de diciembre de 2009

Disculpen las molestias

Disculpen las molestias
Disculpen las molestias por el mal producido en su momento... momentos de avaricia de nosotros ante los demás.

Bueno, no sé qué cuento me voy a inventar para este ejercicio poder hacer. Pues esto lo tengo un poco crudo, porque no tengo tiempo para terminar los ejercicios y hoy me pondrás un cero patatero, bueno, bromas aparte.

Nos dice el señor profesor que hagamos una redacción sobre la avaricia de nosotros ante los demás. Pues qué avaricia quieres que tenga si nunca tuve una peseta pero, en fin, siempre habrás visto algo que te ha gustado viendo que otra persona se lo llevaba y has dicho:
- Dame esas tres prendas.

Pues llevabas algún dinerillo porque venías de cobrar y luego, al llegar a tu casa, miras las prendas con rabia y te preguntas:
- ¿Para qué quiero yo esto si ni siquiera es mi talla? Sólo me lo he comprado para fastidiar a la otra. Las prendas tendré que hacer albóndigas, pues los dineros gasté en algo que no me hacía falta y ahora no tengo para comer.

En fin, siempre hay algo para fastidiar a los demás, bien sea una broma o de mala fe, pero fastidias al vecino. Hay quien tiene mucha avaricia y todo le parece poco, pues va a la huerta del amigo y le pregunta:
- Pepe, qué acelgas tan grandes tienes. ¿Es que no os las coméis?

Y Pepe le responde:
- Sí, pero sólo somos dos personas. Coge unas pocas si quieres.

Y ni corto ni perezoso un haz se puso a coger y ni dio las gracias al amigo. Así que cuántas más veces fue a la huerta, nunca más el amigo le dijo:
- Pepe, coge lo que quieras.

Hablar de mí sobre avaricia ante los demás, poco tengo que decir. Avariciosa no soy y nada tengo para mí. Me gusta más dar que tener. Nunca tengas avaricia y mejor vivirás. Pide para hoy pan duro y mañana tierno lo tendrás. No por acaparar mucho eres más feliz.

La avaricia rompe el saco y sin nada quedarás. Da lo que puedas a los pobres, que ellos te lo agradecerán. Un día saliendo del supermercado, un pobre se acercó a mí, me pedía una limosna y dinero le di. Él me dijo:
- No señora, el dinero no lo quiero. Llevo dos días sin comer y estoy para caerme al suelo. Si me pudiese dar un poco de comida se lo agradeceré.

Abrí el carro de la compra y un bocadillo saqué. Se lo di a ese pobre hombre y muy contento se puso. Luego me dio las gracias con sonrisas en sus labios y así pudo caminar hacia un pueblecito cercano.

Da sin interés ninguno y recogerás mucho más de lo que has dado. Quedarás en paz por esa persona que has salvado y tu recompensa tendrás, ya sea tarde o temprano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por su comentario.